jueves, 27 de noviembre de 2014

Tarde de lluvia.

¡Extraño lenguaje el de las tardes grises de lluvia! Ver a través del cristal de mi ventana cómo la gente acelera su paso, hombros encogidos, paraguas en ristre, caminando con paso acelerado, más que de costumbre, el rostro perlado por minúsculas gotas de agua. Algunos mueven, huraños, su cabeza de un lado a otro.

Todo invita a recostar ligeramente la cabeza en el húmedo cristal, jugando a dibujar garabatos sin sentido en la mancha blanquecina que deja el vaho sobre su superficie. Al ritmo hipnótico del golpeteo incesante, cerrar los ojos y dejar que mi mente se pierda en no sé qué rincón del Multiverso, alejado del resto del Mundo. Alejado del Tiempo.

Dejarme atrapar por esa mezcla de hastío, abulia y pereza que me hace incapaz de abrir los párpados, de mover un sólo músculo, incluso de respirar más allá de lo que me permite mantenerme, a duras penas, vivo. Tan sólo el latido de mi corazón resonando en el silencio, como si de un tambor que marcase el ritmo de remada en una galera se tratase.

Arribar a lo más profundo de mi Ser. Desear abandonarme, permanecer allí, flotando en el vacío, Príncipe de una marea de obscuridad absoluta reinante por doquier.

Y soñar. ¡Soñar…!

…Sí… Extraño lenguaje el de las tardes grises de lluvia. Como la de hoy.