jueves, 10 de julio de 2014

Invierno.

Me desperté. Madrugada. Sensación de frío recorriendo mi espalda. Aún entre brumas, me cubrí con la sábana (nunca he podido, por mucho calor que tenga, dormir con la espalda descubierta; escudo contra el Mal desconocido, supongo…). ‘Winter is coming’ – pensé –, volviendo a sumergirme plácida y lentamente en brazos del vástago de Nix e Hipnos.

Con el Sol apenas despuntando, como cada mañana, me levanté con la misma sensación de la noche anterior. Horizonte de luz apenas tibia, cielo nublado. Levante soplando suave (como pocas veces), húmedo como siempre. Pero la realidad me hace ver que, para bien o para mal, es Verano. Aunque no lo parezca. No estoy hecho para el calor; me abruma, no me permite pensar con la claridad necesaria (lo cual, en determinadas ocasiones, – quizá – no venga mal…). Por suerte para mí, aún no hemos desembocado en esa vorágine de grados que hace que el termómetro padezca los días…, y sufra las noches casi como estos.

Sé que vendrán ‘esos días’ en los que pisar la calle será – para mí, al menos – casi un suplicio: ‘No salir a menos que sea cuestión de Estado’. Aunque no quede más remedio que ir a trabajar, por supuesto.

Pero llegará el Invierno (suave, como todos por estos lares). Y pondrá las cosas en su sitio. Y volveré a ser yo mismo. Mientras tanto, guardaré un respetuoso silencio en memoria del Gran Señor del Norte que, más tarde o más temprano, volverá. Sin duda. Y yo estaré aquí aguardando, impaciente, su regreso.