viernes, 17 de enero de 2014

La Música. Problema y Solución.

La Música. ¡Ay!, la Música… Como el alcohol. Como las drogas. Como el Amor. Como el Sexo (casi). Como el Sexo con Amor. Problema y solución, al mismo tiempo, de todo lo que sucede en nuestro cerebro. Endorfinas, adrenalina, serotonina… Responsables de todo aquello que nos produce placer y que, más tarde, inevitablemente, acaba por entristecernos sin remisión. Pero la Música nunca me falla. Permanece, recostada, a mi lado. Apoya su cabeza en mi hombro. Nunca me abandona. Siempre me ofrece una respuesta a todo… Baste dar tres ejemplos:

Si ‘Ella usó mi cabeza como un revólver’ (Soda Stereo, ¡Grande, Gustavo Cerati!), tendré a disposición mía una ‘Transfusión de magia pura para el corazón’ (Zoe).

Si ‘Rainin' In My Heart’ (Neil Young), ‘Who'll Stop The Rain’ (CCR).

Si ‘Misery’ (The Beatles), ‘With or without you’ (U2).


Sí. La Música. Eterna. Siempre con respuestas para todo. Aunque, una vez escrito, no dejo de pensar en Misery. Ni en su letra…

…I´ve Lost Her Now For Sure,
I Won´t See Her No More,
It´s Gonna Be A Drag
Misery…


¡Malditos Beatles!

El Agua y el Espejo.

Una vez a la semana, me gusta darme un baño, una más de mis ‘british customs’.

(El Infierno en el agua.
No música,
no vientos que desgarran persianas
perturbando la paz
de unas puertas cerradas que encierran el silencio.)

Llenar mis pulmones de oxígeno. Dejar que mi cabeza descienda, muy lentamente, hasta quedar sepultada bajo el agua, mientras mis ojos se cierran. Desear quedarme allí. Flotando apenas, apenas sumergido. Eternamente. Y pensar, con el último aliento, en emerger en el Mundo del Espejo, donde todo es diferente. Aparecer en ese lugar en el que puedo ser quien deseo, estar con quien amo. Sin barreras. Sin obstáculos…

Hacerlo y comprobar que, invariablemente, mi entorno no ha cambiado. No hay Espejo, No estoy en su Mundo. Mi mundo es el de siempre… Pensar como consuelo que la vez próxima será. ¡Seguro!


Suspirar. Girar mi cabeza de izquierda a derecha durante unos instantes. Derramar una lágrima. Una tan sólo.



jueves, 16 de enero de 2014

Generación Mishima.

Mi versión del seppuku (harakiri para el vulgo). Samurai Miguel (con permiso de Yukio):

- Beber Johnnie Walker B.L. (nada de sake).
- Componer una canción (o escribir un poema, ¿por qué no?) sobre el dorso de mi guitarra.
- Situarme de rodillas, desnudo de cintura para arriba (nada de kimonos).
- Acuchillar mi estómago con mi machete (nada de recorrer mi torso de un lado para el otro con el tantō).
- Caer boca arriba (no es una cuestión de deshonor morir en esta posición).

...

- Con una sonrisa irónica, mas plena de Felicidad, en mi última agonía ver cómo, de mi estómago, surgen millones de mariposas.
- Dejar jugar a mi Espíritu con ellas por toda la Eternidad.

La Estrella que cambió de color.

Un agujero negro. Minúsculo. Infinitesimal. Controlado por mí. Inmune a su poder. Abrirlo y cerrarlo a mi capricho…


Hace algún tiempo, pasando por una de esas etapas en las que el corazón puede más que la razón y la resaca más que la vida misma, conocí a una estrella. Todo iba bien en nuestra amistad hasta que comenzaron los cambios. Un buen día, anocheció convertida en ‘enana blanca’. Ya le había advertido que esto ocurriría y que, más tarde o más temprano, todo cambia, evoluciona. Ella pareció entenderlo, aunque no quedó muy conforme…

…Sin embargo, no estaba preparada para nuevos cambios, no para lo que sobrevino. Casi sin darnos cuenta, una noche comenzó a subirle la temperatura. Yo le decía que era algo más, aunque, en esos momentos, no podía oírme. Tras una noche de fiebre supernova, la cosa derivó en lo que me temía: acabó mutando en estrella de neutrones. Tras un largo proceso cargado de incidencias, mi amiga, no pudiendo evitar que la luz que emana de su superficie perdiera toda su energía, se convirtió en ‘mi amigo’. No podía escapar de su destino. Acabó siendo un agujero negro.

La situación era compleja. Ella.., él no quería que me viera perjudicado por su nuevo estado. Cualquier objeto que se le aproximara, quedaría atrapado y no podría volver a salir… ¿Caer por un agujero infinitamente hondo? ¿No cesar nunca de caer? Ni siquiera la luz puede escapar. La historia de mi vida en un suspiro universal

Si hubiese ocurrido realmente. Si todo fuese cierto. Poder reducir su tamaño, hacerlo invisible a ojos de los demás. Y, con su inmensa voracidad, cuál Saturno, permitirle devorar a los hijos de la maldad, la iniquidad, el dolor, la tristeza…, El Desamor. Los males del Mundo… 


Un agujero negro. Minúsculo. Infinitesimal. Controlado por mí. Inmune a su poder. Abrirlo y cerrarlo a mi capricho. Deseo incumplible de Nuevo Año. Como otros Años. Como otros deseos


miércoles, 15 de enero de 2014

El ciclo de la vida.

Días radiantes que preceden tempestades. Calmas que anteceden tormentas.

He observado que, en mi vida, todo se presenta con una de ambas opciones. En mi maldita existencia, todo es cíclico. Por ello, nunca sé cuál de ambas situaciones es la mejor.

¿Días de vino y rosas que acaban en noches de blanco satén? ¿Noches de tiempo tormentoso que desembocan en días de lluvia? Nada dura eternamente. Más tarde o más temprano, bueno o malo, todo acaba. Ahora bien, una cosa he aprendido con el devenir de los años: trato, ni más ni menos, que de disfrutar al máximo del tiempo de bonanza y, si la cosa se complica, resignarme y guarecerme. Y mantener a salvo el corazón, bien abrigado en mi pecho.


¿Vendrán tiempos mejores? Me gustaría, sin duda, creerlo. Y quererlo. Por ahora, estos son los propios para refugiarse bajo techo. Y ver como la lluvia golpea los cristales...

martes, 14 de enero de 2014

Náufrago.

A veces me siento como náufrago en noche de tormenta. Arrojado por la borda de un galeón inexistente, golpeado por las olas de la adversidad en un mar embravecido bajo la negrura de una noche sin estrellas, apenas asomando la cabeza entre golpe y golpe de agua salada, débil, aferrado a un escuálido madero, flotando a la deriva. Y maldiciendo a los Dioses por mi mala fortuna…


…A todos nos pasa alguna vez. Esa sensación de tocar fondo tan, tan negativa que parecemos llevar una nube negra que arroja lluvia, permanentemente, sobre nuestras cabezas aun sentados en el salón de casa. Y algún otro mal rayo que nos parta…

Nadie puede pretender ser feliz eternamente, de principio a fin de su vida (o, al menos, desde que se tiene conciencia de existencia). No. Pero no viene mal que, de cuando en vez, nos sonría la Diosa Fortuna.

Sin embargo, lo bueno que tiene tocar fondo es que, más bajo, ya no podemos ir. Ya estamos ahí. Se trata de alzar la cabeza, mirar hacia arriba, elegir bien la soga, trepar hacia la luz, subir las escaleras aun arrastrándonos, nadar hacia la orilla.

La mayor parte de la Humanidad se encuentra en esta situación. Hay quién ni come, ni puede vestirse, ni cobijarse bajo un techo. Soy plenamente consciente de que, los que tenemos la suerte de vivir en el ‘Primer Mundo’ (término discutible…), somos unos privilegiados. Pero eso no implica que seamos plenamente felices. En mi caso, desconozco lo que es eso. Al menos, hoy por hoy, ‘me pilla algo a tras mano’. Sin embargo, acostumbrado a superar (hasta ahora) muchas etapas de mi vida (no exentas de dureza), acostumbro a tener mi cabeza a flote, mirar siempre hacia arriba, nadar hacia delante. Y, no sin esfuerzo denodado, siempre he acabado encontrando la Costa.